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jueves , marzo 28 2024
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CONTRADICCIONES / La visita de Obama a la Argentina

Por OSVALDO JAURETCHE *

Susana Malcorra, la delegada del Departamento de Estado de los EE.UU. en la cancillería argentina, ve en la visita de Barack Obama que los astros se alinean. Pero también puede haber un choque de planetas.

Un tema obvio es la adhesión al Tratado Transpacífico (TTP), el proyecto de control global de las corporaciones. Pero observando lo serviciales que están siendo nuestros actuales gobernantes para con los amos del norte, no parece necesaria una visita presidencial para asegurar apoyos. Tampoco en la «guerra contra las drogas», porque esos asuntos sucios se ventilan a nivel de servicios, como probó la visita de la Cali Bullrich a su casa central.

Entonces, ¿porqué vino Obama a la Argentina?.

Revisitando lugares comunes, diría que «es la política global, estúpido!». Ha quedado claro -visitas a Cuba mediante- que el Papa Francisco y Obama están alineados en un frente contra los ultraguerreristas, encabezados por Netanyahu y los saudíes, con entusiasta apoyo de la extrema derecha estadounidense. Ambos armados con artefactos nucleares. Sí, «la bomba», esa por la que acusaban a Irán. Los únicos países de Medio Oriente que la tienen, son estos estados terroristas.

Y resulta que Mauricio Macri -con perdón de la palabra, y apretando mi huevo izquierdo- abrió con su labia exquisita el Congreso Judío Mundial que, oh coincidencia, se celebró en Buenos Aires. Epa, pará, habrá dicho Barack, estos son los mismos que me están empiojando la política doméstica en Washington D.C. -con una abierta intervención extranjera sin precedentes en los EE.UU.- presionándome para llevar la guerra a Irán y, donde quiera resulte práctico a sus políticas extremistas.

Una cosa es el «libre» comercio -muy bueno lo suyo, Mauricio, paremos a China-, y otra es el complicadísimo conflicto en Medio Oriente. En él, como en todos los escenarios políticos, hay «extraños compañeros de cama». El reciente acuerdo Obama-Putin viene a cuento. ¿Dónde te pensás acostar, Mauricio?

Una extorsión, a las que Mauri ha mostrado ser afín, del «líder de la democracia del norte» es posible, para alinearlo en lo internacional a cambio de favores financieros. Los cometeros del equipo económico nacional, de parabienes.

No sé, digo…

Segundo, en el orden de este escrito pero no en importancia, es que -otra vez el cartelito de estúpido- en EE.UU. arde la campaña por las elecciones presidenciales. Una compensación por la visita a Cuba viniendo a la «recuperada» Argentina aparece evidente. Pero hay cosas potencialmente más importantes: la ola de «populismo» al norte del Río Bravo es cosa seria. Bernie Sanders probablemente no podrá con la maquinaria del establishment del Partido Demócrata, pero se está trazando una huella que transitan cada vez más estadounidenses, particularmente los jóvenes y los trabajadores de clase media.

Y en otra paradoja de la política, Sanders y Trump tienen en común -desde las antípodas ideológicas- el eje de sus campañas: la declinación de la otrora floreciente clase media trabajadora, succionados sus ingresos por la codicia del llamado «uno por ciento», los ultramillonarios que han convertido a los EE.UU. en una plutocracia.

En 2012 la Oficina de Censos de EE.UU. reportó que un tercio de los condados de la Unión (las divisiones políticas de los estados) están «muriendo»: la tasa de fallecimientos supera a la de nacimientos. En 2013 el banco central de Kansas (Kansas City Federal Reserve Bank) emitió un estudio titulado significativamente: «La desvaneciente clase media». Es que probaron que los empleos de baja calificación desaparecieron, mientras aumentaban sólo los de alta. El diario USA Today publicó que, tras los 8 millones de empleos perdidos por la recesión, los empleos de baja categoría desaparecieron. De acuerdo a Public Citizen Trade Watch, uno de cada cuatro empleos en fábricas se han perdido debido a los tratados de libre comercio. Cerca de 5 millones de empleos en la producción manufacturera se perdieron desde el «NAFTA», el tratado de libre comercio norteamericano (Canadá, EE.UU. y México).

El «gran país del norte» parece estar sentado sobre una bomba de tiempo.

No debe sorprender entonces que ya aparezcan titulares como «La revolución populista está viniendo». Así es que tanto Sanders como Trump rechazan categóricamente los tratados de libre comercio, como el TTP y la Alianza del Pacífico, a la que Obama arrastra a Mauricio (y a todos nosotros con él: lo que hace a aquellos los mejores candidatos para nosotros). Sus discursos generan amplias adhesiones, y han forzado a la candidata del establishment demócrata Hillary Clinton a «popularizar» su discurso. (Recientemente Sanders dijo que vio un aviso de campaña de Hillary, y pensó «que era yo»).

Es importante destacar que ambos «populistas» son antiestablishment: ninguno de los dos formó «comités de acción política», las estructuras para colectar «donaciones» de los millonarios. Trump es multimillonario, obviamente no lo necesita. Pero tampoco lo quiere. Y el establishment republicano no lo quiere a él, porque también promete frenar a las descontroladas corporaciones multinacionales. «Trump presidente» suena cada vez más posible, para desmayo de ricos y progres.

Pero lo de Bernie Sanders es extraordinariamente significativo: sólo acepta donaciones individuales, y éstas promedian los 27 dólares. Comparémoslo con el promedio de las contribuciones de las corporaciones: 1.950.000. Aún así, en una campaña que alcanza un obsceno récord de plata invertida, está dando pelea. La «revolución populista» no la provocará un comicio presidencial, pero el movimiento que éste ha generado promete perdurar.

Tras dos períodos de gobierno con mediocres realizaciones, enfrentando a una desaforada oposición republicana que llegó en ocasiones hasta paralizar la administración de gobierno, Obama necesita mostrar éxitos políticos para su historia, y para promover la tabla de salvación contra los populismos, que es Hillary Clinton. «Recuperar» Latinoamérica no es poco.

La visita al Parque de la Memoria -la ex ESMA quedó forzadamente fuera de agenda- no puede ser vista sino en función de la campaña electoral en casa. Más si recordamos que el actual embajador de EE.UU. en Argentina se ganó el puesto con una jugosa recaudación para la campaña anterior de Obama, alimentada principalmente por la farándula holywoodense, masivamente progre.

Pero exaltar las realizaciones en la defensa de los derechos humanos logradas en Argentina no es, pese a los esfuerzos oportunistas PRO, un hecho que apoye a Mauri. Inevitablemente refiere a la «pesada herencia».

¿O no, Marquitos Peña?

  • Periodista y reportero gráfico. Varios meses al año recorre los EE.UU. / La Señal Medios.

 

 

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