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Mundial Argentina-Uruguay 2030: ¿es posible? ¿quién se beneficia?

Por LEONARDO MARTIN

El 7 de enero pasado, Mauricio Macri y Tabaré Vázquez han relanzado la candidatura para organizar en forma conjunta la Copa Mundial de fútbol de 2030. No será un Mundial cualquiera, tendrá una carga simbólica muy fuerte porque será el centenario del inicio del campeonato que mayor pasión despierta en el planeta. Con la señorial Estancia Presidencial Anchorena como marco para el anuncio, Macri anunció: “Hemos decidido que no hay mejor oportunidad que candidatearnos juntos para ser sede del Mundial”. Además destacó la importancia de “consolidar lazos” con el país vecino en clara alusión a una relación bilateral conflictiva a partir de la construcción de las papeleras sobre el río Uruguay, que tuvo su punto más álgido durante el mandato de Nestor Kirchner.

La carta fuerte que tiene para jugar la candidatura son los festejos por el centenario de la organización de la primer Copa del Mundo en Uruguay en el lejano 1930. Los aniversarios son fechas de fuerte contenido simbólico de los que ambos países buscarán sacar tajada como un activo intangible pero potente al momento de pugnar con otras candidaturas.

El fútbol desde 1930 hasta la fecha ha cambiado de modo radical, en un sentido muy amplio. Desde la forma de jugarlo, la popularidad a nivel planetario, el inmenso negocio que ha crecido en base a la pelota, así como también un ecosistema de medios que ha revolucionado las comunicaciones y cambiado las reglas del juego. Algo que mantiene vigencia desde esa Copa del Mundo a la actualidad es la perdurabilidad como potencias futboleras de Argentina y Uruguay, que son dos países que proveen al planeta entero de jugadores para todos los gustos y necesidades.

Al pensar en la organización de un Mundial de fútbol, más allá de la expresión de deseos, hay que pensar en dinero, en costosas inversiones, que mayoritariamente emprenden los Estados nacionales para construir y reformar estadios, mejorar la infraestructura urbana y el transporte, desarrollar las telecomunicaciones y garantizar la seguridad. Es una tarea onerosa y que conlleva años de trabajos activos para cumplir con las normativas que exige la FIFA y para preparar el terreno para el desembarco de miles de personas que viajan para disfrutar de un evento único.

Las recientes experiencias en Brasil y Sudáfrica deberían funcionar como un llamado de atención, como datos a tener en cuenta antes de emprender el camino de organizar la Copa. Como una referencia para no cometer errores y embarcarse en gastos millonarios que no tienen el retorno suficiente para cubrir los costos y que generan un dudoso beneficio social acorde a las potentes sumas de dinero invertidas. El negocio se lo terminen quedando básicamente la FIFA que atesora los derechos de televisación, sponsors y ventas de entradas con muy poca inversión propia.

Argentina y Uruguay en caso de ganar la candidatura tendrán por delante un colosal esfuerzo económico. Primero garantizar al menos diez estadios, siempre y cuando se mantengan las condiciones actuales de disputa y equipos participantes ya que hubo amagues en años recientes de elevar la copa hasta 40 seleccionados.

Hoy nuestro país cuanta con apenas dos estadios que podrían ser útiles, aunque con un trabajo en mejorar el confort. El estadio Ciudad de la Plata y el Mario Alberto Kempes, que seguramente deberán recibir refacciones. Uruguay hoy directamente no cuenta ni con un solo estadio capaz de cumplimentar con las normativas FIFA. Aún sigue siendo el mítico Centenario el reducto para los partidos de la Selección charrúa. Un reducto que no ha tenido prácticamente modificaciones de su construcción inicial y que no está ni cerca de poseer las comodidades adecuadas ser sede de un Mundial.

La FIFA exige estadios con capacidad mínima de 40.000 espectadores sentados y otros con mayor capacidad. Por ejemplo, la final se debe jugar en uno que pueda albergar 80.000 personas. Argentina y Uruguay deberían hacer un esfuerzo económico considerable, especialmente nuestro país que por sus dimensiones y población tendrían el mayor peso de la organización de la Copa. Aún no se ha profundizado en el proyecto pero la impresión de quien escribe esta nota es que Uruguay aportaría con un estadio, a lo sumo dos. No más que eso. El peso restante recaería sobre el Estado argentino y algún eventual y dudoso inversor privado.
¿Quiénes son los grandes ganadores de la Copa del Mundo? Basicamente hay dos actores: uno es la FIFA y el otro son las empresas contratistas que se quedan con las obras que insumen millones de dólares. Pasa en los mundiales de fútbol así como en los Juegos Olímpicos.

La FIFA otorga el “honor” y la “responsabilidad” a un país de organizar el Mundial. Con ello, como mencionábamos, la carga económica de tener la infraestructura necesaria y de la seguridad. La actualmente cuestionado asociación con sede en Zurich, básicamente se garantiza un negocio redondo porque vende los derechos de televisación, cobra el dinero de los sponsor y retiene la venta de entradas.

Para la Copa de Brasil, la FIFA tuvo ingresos totales por 4826 millones de dólares con un costo para la organización rectora del fútbol de 2.224 millones. La ganancia fue de 2.602 millones de dólares que atesora la FIFA, que teóricamente utiliza en desarrollar el fútbol en diversos puntos del planeta. En Brasil concretamente dejó como Fondo Legado para continuar impulsando el deporte más popular apenas 100 millones de dólares. Está claro que las cuentas cierran, pero para la FIFA.

En la última Copa del Mundo, que se convirtió en una verdadera pesadilla política para Dilma Rousseff, Brasil invirtió 14.000 millones de dólares. Esta cifra fue destinada para la construcción y reforma de estadios más obras de infraestructura. Finalmente se dio una Copa del Mundo brillante en el juego, organizada, sin hechos de violencia pero que tuvo en el aspecto económico una gran deuda y un motivo de conflicto por denuncias de corrupción alrededor de las obras y sectores de la sociedad que vieron en la organización la suma de todos los males.

Por su lado, las empresas contratistas se quedan con negocios supermillonarios al erigir los estadios, mejorar los aeropuertos y la movilidad urbana que incluyen mejora en el transporte, autopistas y calles, así como hotelería y también inversiones para mejorar las telecomunicaciones. Un negocio redondo y seguro. El macrismo si hay un sector de la economía que conoce como pocos es el de la construcción y el de las grandes obras públicas. Quizás el impulso por organizar la Copa del Mundo sea algo más que fervor por el fútbol.

El proyecto para la organización conjunta del Mundial 2030 no es nuevo. En agosto de 2011 Cristina Fernández de Kirchner y el “Pepe” Mujica habían firmado un acuerdo para impulsar una Comisión Bilateral que se ocupara del tema, aunque no fue muy fructífera en el trabajo posterior. En 2013, Julio Grondona había declarado el firme interés de que se festejara el centenario en el Río de la Plata. Inclusive se conformó una Comisión en la FIFA para planear los festejos por el centenario que iban a tener como eje obviamente a Uruguay. La muerte de Julio Grondona y el posterior estallido en la FIFA han frenado los planes para avanzar en tal sentido. Hoy la AFA, pese a la expresión de Mauricio Macri, como institución no ha mencionado ni hecho una declaración de cara a tamaño compromiso. Quizás porque los ha tomado por sorpresa, quizás porque hay temas más urgentes por resolver que pueden sacar del medio a dirigentes que hoy ostentan cargos importantes.

Un punto a tener en cuenta es que la rotación de continente de la organización de la Copa del Mundo no es del todo positiva, especialmente teniendo en cuenta que muy probablemente Estados Unidos se lance por la candidatura del 2026 o 2030, dependiendo de qué continente aloje la misma en el 2026. Hasta ahora ha habido manifestaciones de Nueva Zelanda que buscaría una organización conjunta para el 2026 con Australia. Hoy parece difícil que haya un país preparado para albergarla, pero también podría tocarle a Africa.

De ser así es muy posible que el rival sea Estados Unidos, lo que a la luz de los recientes hechos sería una derrota segura por el poderío financiero y político de la potencia del norte. Ahora si Estados Unidos se quedara con la organización del 2026, ¿otorgaría en forma consecutiva dos torneos a América más allá de que sean dos federaciones distintas? Suena dudoso, más aún con la presión de los países europeos, entre ellos Inglaterra de volver a albergar un Mundial. Inglaterra a modo simbólico también podría ser un lugar de referencia para festejar el centenario por ser el país creador del fútbol. Una carta poderosa que se suma al poderío económico. Otro dato negativo es que no está más el potente lobby y la inigualable capacidad para la rosca de Julio Grondona.

El interés por organizar la Copa del Mundo se suma a una declaración reciente de Gerardo Werthein, presidente del Comité Olímpico Argentino, al diario La Nación en el que dejó traslucir una posible candidatura de Buenos Aires para organizar los Juegos Olímpicos. En ese caso Argentina podría embarcarse en un proyecto tan ambicioso como el de Brasil de hacer las dos competencias deportivas más taquilleras a nivel mundial con diferencia de dos años. El aspecto positivo es que parte de las inversiones, especialmente las centradas en Buenos Aires, podría generar una sinergia y división de los costos entre ambos eventos.

Queda mucho camino por delante y cuestiones por resolver. Más allá de las manifestaciones y el peso del centenario como argumento para que la Copa del Mundo desembarque nuevamente en el Río de la Plata hoy parece muy improbable la organización del Mundial. El tiempo dirá si este anuncio fue una piedra basal de cara al 2030 o sólo una expresión de deseos echada al viento.

 

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