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sábado , abril 20 2024
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Por un puñado de nada

Por GUSTAVO RAMIREZ *

Vivir es arder en preguntas
Antonin Artaud

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La muerte tiene mala prensa. Aun así nos circunda desde el mismo día que nacemos. Sabemos que somos vulnerables ante ella. Le tememos. Nos sorprende. Sin embargo no es tan familiar como la existencia. ¿Tiene precio una vida? ¿Cuánto vale? ¿Nadie quiere morir? A priori, seguramente, nadie quiere morir.

Hay visiones que no se encuentran. La poética ha sabido enamorarse de la muerte como forma de exorcizar su fantasma. Pero hay un tópico mucho más contundente que no se lleva bien con el campo social: el suicidio. Por lo general tiene una carga de valor moral negativo. Frases del sentido común como “el suicidado es un cobarde”, contienen el germen cultural sobre la visión del conflicto. Las dimensiones del absoluto trasgreden el bienestar individual solo para acomodarse a la composición de generalidades insufribles. ¿Entendemos de qué se trata realmente?

Al universo cultural occidental le llevó tiempo entender el harakiri. El ritual samurái. Línea del código ético conocido como bushido. Morir con honor. Épocas y rasgos distintivos diversificados por las historias míticas. ¿Hay algo digno en la muerte? ¿Lo hay en la existencia? Estamos condenados a elegir. Tanto como a morir.

«¿Por qué el cielo es azul?» Cantan los Beatles. Y el recuerdo de una mañana demasiado cálida llega a la cabeza. El sonido del cuerpo golpeando un farol fue estremecedor. Al asomarse al balcón vio la silueta del cuerpo estrellado contra el asfalto del estacionamiento. El hombre de ochenta y nueve años decidió saltar del noveno piso. Más tarde, mientras el cuerpo era cubierto por la policía forense, la escena fue realmente dantesca. Niños correteando alrededor del cuerpo aun tibio. Vivir y dejar morir.

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Las estadísticas. En el país la evolución de la tasa de suicidio se ha mantenido estable en el período 1997-2011, según datos del Ministerio de Salud de La Nación. Durante 1997 la tasa de mortalidad por suicidio, tomada cada 100.000 habitantes, fue de 6,3. Mientras que el número más alto se registró en el año 2003 con 8,7. En tanto, para el 2011 el índice descendió al 7,3. En el año 2013 se celebró, en el país, el Congreso Mundial de la Salud Mental. Los datos emergentes establecieron que el suicidio era la segunda causa de muerte traumática en Argentina. Los accidentes de autos se ubican en el primer lugar y los homicidios en el tercero. Datos curiosos que no son tenidos en cuenta cuando se habla de inseguridad, por ejemplo.

El grupo etario más vulnerable, según estos datos, son los adolescentes y jóvenes que abarcan de 12 a 25 años y los mayores de 65. Si bien el campo científico establece que asisten al suicida una multiplicidad de causas, en el mencionado Congreso, se informó que la mitad de los casos, en ésta franja etaria, están asociados al alcoholismo.

La tendencia mediática es ocultar datos trascendentes para abordar problemáticas complejas. Detrás de estas construcciones sociales existe la perseverancia informativa de desinformar repitiendo una serie de mitología axiomática establecida a priori por la conjunción del sentido común estilo Doña Rosa. Es interesante abordar algunas de la “desmitificaciones” para poner blanco sobre negro.

Algunos de estos mitos:
El que se quiere matar no lo dice. El criterio científico establece que de cada diez personas que se suicidan, nueve expresaron con claridad sus intenciones. La persona restante dio por entendido en algún momento que acabaría con su vida.

Los suicidas son enfermos mentales. Los enfermos mentales se suicidan con mayor frecuencia, pero no necesariamente hay que padecer un trastorno mental para hacerlo.

El que intenta el suicidio es un cobarde. Los que intentan suicidarse no son cobardes sino personas que sufren.

Los niños no se suicidan. Después que un niño adquiere el concepto de muerte puede cometer suicidio y de hecho ocurre este acto a estas edades.

La lista continúa y se puede consultar en www.msal.gob.ar Estos son solo algunos ejemplos que sirven para entender cómo se construye una falsa apariencia sobre el suicida. La percepción cotidiana de la cuestión dista de la atención científica.

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El médico psiquiatra y psicoanalista Alberto Marani dialogó con La Señal Medios y ayudó a profundizar la cuestión.

SM- ¿Existe, en la regularidad de casos, una tipología del suicida?
AM- Si, existe, pero no está asociada la tipología, ni ocurre no ocurre que los suicidas en todos los casos respondan a esa tipología.
SM- Las estadísticas sostienen que la mayoría de los suicidas eligen ahorcarse ¿Se ha podido establecer alguna relación entre la manera de quitarse la vida y el estado psíquico del suicida?
AM- Sí. El método está ligado a antecedentes del pasado del sujeto (suele haber antecedentes de suicidio en la familia de los suicidados) y también está el vínculo con la cultura (el Harakiri por ejemplo u otros actos ceremoniales) y a las fantasías que se le imponen al suicidado, desde la eliminación de riesgos de sobrevida (la suma de dos métodos) hasta la necesidad de eliminar un torturante acoso sentido en la cabeza. El método es muy frecuentemente elaborado en silencio y planeado con bastante meticulosidad. La gran diferencia, en esto del método, tiene que ver con si se trata de un acto impulsivo o si ha sido premeditado.
SM- El suicidio tiene una carga moral social negativa. En un mundo donde la muerte es una constante de acciones humanas ¿se puede analizar al suicidio solo desde lo moral?
AM- La cuestión moral es inherente a la mayoría de los actos suicidas. Cuando se me dio por usar twitter, creo que uno de los primeros mensajes fue algo así como. “Es alarmante el descenso de la tasa de suicidios en éste país”. Jugaba con la escasa dignidad de los empresarios, políticos, etc., que ni por broma, después de un acto degradante, sobreviven hasta contentos. Ya dije que éste es el país en el que se verifica permanentemente el “regreso de los muertos vivos” (por ejemplo, Grosso, Manzano, y en cualquier momento María Julia, Korach, etc) Otras eran las épocas de Alem o Lisandro de la Torre o de países como Japón donde es insoportable el escarnio público o familiar.
SM- ¿Es la depresión la única causa de suicidio?
AM- No. Existen casos como el de Boby Sands, en Irlanda, en que el suicidio es por causas patrióticas o políticas. También está el suicidio religioso o como protesta social: el suicidio por auto-incineración en Vietnam en la época de la guerra o los suicidios a lo bonzo.
SM- ¿Somos sujetos de la angustia permanente?
AM- Sí, la angustia siempre está al acecho, es inherente a nuestra constitución psíquica. No es permanente ni es de alta intensidad, pero en diferentes niveles siempre está presente. En muchos casos es lo que trae a los pacientes a la consulta. Esto ocurre cuando es permanente o de alta intensidad o “llega a las tripas”.
SM- ¿Por qué nos cuesta entender la muerte?
AM- No entendemos la muerte porque siquiera la experiencia de ella.

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Tal vez en algún momento podemos experimentar las consecuencias de vivir las Desventuras del Joven Werther sin haber sido Goethe. Lo cierto es que convivimos con la muerte en todas sus formas pero no podemos terminar de explicarla. El hombre es capaz de matar a otro ser y también de matarse a sí mismo. Idealizamos su representación en acciones ficticias. La muerte ocurre por un puñado de nada en la mayoría de los casos. Le tememos. Casi nunca la respetamos.

La muerte es inabarcable. Tanto como la vida y la misma mente humana. Tal vez es a la que mayor miedo tendríamos que tenerle. Nada es para siempre ni somos dioses inmortales. Pero aun así vale el recorrido. La felicidad, la libertad, no son meras representaciones del ser acabado. Son los motores que traccionan a la existencia. Después de todo la vida no es más que lo que hacemos de ella.

* Feos Sucios Malas / La Señal Medios.

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