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viernes , marzo 29 2024
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El Imperio Contraataca

Por Gustavo Ramírez

“La gente paga dinero para ver a otros creer en sí mismos”
Greil Marcus

Darth Vader
El trueno cruzó furtivo la madrugada del martes. Se despertó de una pesadilla. Pero no. Mauricio Macri seguía allí. Y sus DNU también. La sombra de la noche noventista pesaba sobre los marcos de su ventana. Todo empieza a cambiar de golpe. Con golpes. No es el lado oscuro de la fuerza. Es la inercia sobrenatural de votos desencantados de tener la panza llena. Curioso.

En la naturaleza de Anakin Skywalker estaba Darth Vader. El personaje de Star Wars es un malo querible. Después de todo, podemos flaquear y sucumbir ante la tentación de tener el poder para cambiar el mundo. Sin embargo, detrás de la apariencia querible del sujeto adorado, está el Imperio. Esa es la verdadera razón de su mal. Skywalker no es inocente. Decide traicionar a los Jedi. Los mata. Elige hacerlo. Quiere hacerlo luego de pesar en su interior los valores morales y políticos que lo ponen en tensión. Quiere el poder.

Macri, a la altura de Anakin, creó su mundo en dos días. Su republicanismo moral desafió incluso al mismo lado oscuro de la fuerza. Nadie esperaba lo contrario. Tal vez aquellos espectadores que se creyeron que la película donde Luke Skywalker descubre a un padre compasivo. La metodología es no dejar nada librado al azar. Comunicación y justicia son ejes centrales que la derecha del ajuste necesita dominar sin rodeos. Macri no duda. También va matar a los pocos Jedi que quedan.

Los DNU muestran una decisión ideológica y política para gobernar. Un ajuste no se puede hacer sin estructurar los mandamientos represivos para ordenarlo. Manejar monolíticamente los medios y a corporación judicial es la idea. Sin esa conformación la legitimidad el ajuste no gozaría de buena propaganda. Macri hace lo que el Imperio le ordena. Maurico ha matado a Darth Vader. Al fin de cuentas el hombre de negro ha hecho demasiado dinero. Así que merece una muerte digna.

Citizen Kane

Todo Majul quiere convertirse en Charles Foster Kane. El búnker mediático es una garita de buenos negocios si se está del lado del empresario correcto. Da la sensación que al ciudadano de a pie no le interesa quien es Kane, ni que tan veraz sea su información. Es cuestión de fe. Se escucha lo que se quiere escuchar. Se cree en lo que se quiere creer.

La libertad de expresión es la quimera ideológica del republicanismo occidental. Una deontología del mercado que construye sentido social y sentido común. Tal vez el fin de la humanidad. Un decreto puede borrarte una sonrisa. El Nº 13/2015. Y puede atentar, también contra la constitucionalidad de una ley. La ley de Servicios de Comunicación Audiovisual 26.522 fue aprobada por el Congreso en el 2009. Sentó un precedente de debate democrático y popular sin precedentes a nivel internacional. Su aplicación es, en parte, una puja constante. La plancha de Sabbatella, titular del AFSCA, desnaturalizó la aplicación de la ley. La bronca contra Clarín fue un soporte válido pero quedó empantanada. No hubo más que un espacio vacío entre la batalla cultural y el cambio de paradigma comunicacional.

El reduccionismo de una visión cultural, acotada al plano general, achicó los márgenes y condensó la expresión del campo popular en fraseos de producciones insustanciales como 678 o C5N, por ejemplo. No fue la expansión de voces. Fueron acuerdos políticos que sirvieron, en su momento, pero que se diluyeron en ficciones reiteradas. Diego Gvirtz intentó su imperio Kane.

Hubo claros agujeros de gusano que se devoraron buenas intenciones. Pero hubo desprotección. Los medios populares, construcciones sociales de alta calidad periodística, fueron ninguneados. La conducción del Movimiento eligió privilegiar a empresarios simpáticos que a la resultante histórica del empoderamiento popular.

El periodismo mercenario está cómodo en la pecera nueva. Vocea las inequidades del populismo demagógico (frase hecha y vacía) y tergiversa información para proteger al nuevo gobierno. El control de la información es esencial para controlar al sentido común. Dominar, vigilar y castigar. Charles Foster Kane murió diciendo Rosebud. Una marca. Los medios son una marca. Oscar Aguad, ministro de Telecomunicaciones aseguró que los “medios van a poder competir libremente en el mercado”. Tal vez Kane podría haber sido ministro de Macri: “Si no hubiese sido tan rico, habría llegado a ser un gran hombre”.

Desde el jardín de la patria chica el universo parece encogerse y ser el espacio útil de unos pocos. El Imperio contraataca.

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