BIGtheme.net http://bigtheme.net/ecommerce/opencart OpenCart Templates
jueves , abril 25 2024
Inicio / Tramas / La Inocencia

La Inocencia

POR LEONARDO MARTIN

La asunción de un presidente suele renovar el clima social, generar sentimientos optimistas, de relanzamiento, de esperanza por un nuevo comienzo. Hay un brillo y una expectativa propia de algo que está naciendo. Algo parecido a lo que provoca el año nuevo, el cual se siente como una nueva oportunidad de hacer las cosas bien, de ir tras los proyectos personales rezagados o simplemente de ir en busca de esa abstracción tan deseada que es la felicidad. Es un ciclo, un impulso natural, que con el correr de las semanas va perdiendo fuerza y va volviendo a su cauce normal para retomar fuerzas al siguiente fin de año.

Hacer una analogía política en la Argentina de 2015 tiene sus complicaciones porque hay una verdadera fragmentación social en los puntos de vista. Están los que piensan que se viene un futuro más venturoso, pacífico y de hermandad y, los que por el contrario, se preparan para resistir el retorno del neoliberalismo, al ajuste económico y la pérdida de derechos logrados desde el 2003. Posturas que hoy parecen irreductibles y que serán parte medular del enfrentamiento político en los próximos años.

Volviendo al punto inicial, es interesante ver el rebote social de los mensajes de la campaña política, en este caso de la esquina vencedora, la de Cambiemos. Cómo penetró y se hizo carne en amplios sectores de la sociedad una serie de conceptos. No vamos a hablar del innegable impulso que le han dado los medios de comunicación de mayor masividad, sino de cómo una parte de los ciudadanos, de la “gente de a pie ” hace propias esas ideas.

Al leer de las redes sociales, esa inmensa caja de resonancia que son especialmente Facebook y, en menor medida, Twitter, es posible ver y comprobar cómo rebotan esos mensajes de campaña. Las redes sociales son un espacio público donde conviven el comentario más personal, la foto sonriendo con la pareja o la familia, a definiciones y aspiraciones políticas. Una versión que uno edita de sí mismo para mostrarse al menos entre sus “amigos” o “seguidores”.

La recopilación de mensajes de votantes o, que al menos se muestran contentos por el triunfo de Mauricio Macri, oscila entre las siguientes expresiones: “Vamos por la unión de todos los argentinos”, “llegó el momento del diálogo, del respeto”, de la “pluralidad de opiniones”, del “consenso”, de “reflotar valores”, de “recuperar la República”.

Bien, primer punto es que son todos tópicos que tienen que ver con lo institucional y con ciertas formalidades del manejo de la “res publica”. Llamativamente hay poco contenido económico en los mensajes. Quizás porque a diferencia de fines de los años `90 y de principios de siglo, tener trabajo no es la principal preocupación porque hace años que se lo tiene y hay una estabilidad laboral suficiente para que en el ranking de preocupaciones el trabajo no sea el foco central y haya un desvío hacia un reclamo por las formas.

La exaltación de esos mensajes, de ese pedido por una supuesta institucionalidad corrompida, de la República perdida, muestra más bien un rostro conservador y mezquino, de no seguir avanzando. Las expresiones “un país normal”, la necesidad de “la unión de todos los argentinos”, el “volver a respetarnos” muestran un deseo de ir hacia un país añorado y perdido vaya uno a saber en qué pasado, en qué difuso momento dorado de la historia argentina. Para sectores importantes de la sociedad, incluso contra sus propios intereses, el país normal quizás sea uno donde no haya Asignación Universal por Hijo, con menos jubilados por moratorias, donde los sindicatos no se organicen para reclamar salarios, que YPF siga perteneciendo a una multinacional española. Idealizan una sociedad sin conflicto, donde no hay pugna de intereses o en la cual el inmovilismo es deseado. Lo que está ya está. Que nadie venga a reclamar algo nueva ni pelear por injusticias. Argentinos somos todos, pero cada uno en su lugar, el pobre que siga pobre y que no moleste, lo mismo con la identidades sexuales. Lo llamativo es que muchos de los que hoy toman y repiten estos mensajes son beneficiarios de muchas de las conquistas sociales logradas durante la denostada “era K”. Paradojas.

Lo segundo es que muestran una inocencia que pronto se verá desencantada por la “praxis” de la política real, del momento en que hay que tomar decisiones. Es algo que excede a banderías políticas. Cuando se ejerce el poder es imposible contentar a todos y moverse como si manejar un país fuera la comarca de los pitufos.

En todo gobierno y en cualquier política económica hay sectores que ganan y otros que pierden posiciones. El “diálogo” como panacea y elemento resolutivo de todos los males y situaciones es falso. Puede haber más o menos diálogo, pero en las decisiones políticas es imposible contentar a todos y que vuelvan satisfechos a sus hogares. Si por ejemplo hay que discutir la distribución del ingreso, ¿quién resigna mansamente posiciones? Es inimaginable un diálogo donde un empresario diga: “bueno, voy a entregar esta parte de mis ingresos para ustedes señores trabajadores que merecen mejorar sus salarios”. Lejos está de ser así, se discute a cara de perro en eso y en muchos aspectos más.

Algo similar ocurre cuando se proclama con inocencia la “independencia del poder judicial”, a terminar con los “atropellos sobre los jueces”. Esta posición da por sentado, que el poder judicial es solo víctima de la presión del Estado en busca de impunidad. Ahora poco se dice y se plantea que también es permeable al poder económico y que los que terminan dictando sentencias y fallos son jueces de carne y hueso, con ideologías, con recorridos personales, con simpatías, con favores a devolver y en muchos casos permeables por diferentes caminos. Bien lejos de esa pureza, objetividad, con que el Poder Judicial se suele presentar a la sociedad.

“La dictadura K”, la falta de una investidura democrática, han sido otro de los temas que han rankeado alto durante estos años. Esto en un gobierno que siempre revalidó su destino en las urnas, que aceptó derrotas, que recibió un “linchamiento mediático” brutal, en el cual se respetó a la protesta social y en el cual, pese a que muchos se empeñen a decir lo contrario, hubo libertad de expresión como pocas veces en la historia argentina.

Hay una visión inocente, bucólica, de la política y de la disputa y las batallas que se libran allí. ¿Quién puede estar en desacuerdo con “la unión de todos los argentinos?”. Como slogan y consigna de campaña funciona muy bien, pero vale preguntarse: ¿”unión” bajo qué condiciones? ¿quién hegemoniza esa “unión”? Allí está la pugna, los que quieren un país inmóvil, que nada se toque, sin lucha por derechos nuevos, y por el contrario, la de los disconformes, que se niegan a entender que todo tiene que ser igual que siempre.

Comentarios

comentarios

Visite también

Paz Interior

  Por NORMA ROSA TORELLO *    Néctar para el alma Una de las aristas ...