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Por Lido Iacomini
La decisión rusa de de bombardear las posiciones del llamado Ejército Islámico en territorio sirio (previo solicitud formal del gobierno de Assad) ofrece, a la luz de sus repercusiones inmediatas, elementos suficientes para considerarla una iniciativa estratégica trascendental. Es decir, introduce un rasgo distintivo que marcará lo que viene como una fase nueva.
No sólo ha sorprendido a los dirigentes y analistas del gobierno yanky sino que ha puesto en tensión a todas las fuerzas que operan en un escenario donde en gran medida se decide la perspectiva, para bien o para mal, del mundo multipolar que se ha estado gestando en estos primeros quince años del siglo XXI.
Pronto serán dos años los transcurridos desde que EEUU amenazó con intervenir en Siria, con la excusa en ese momento del uso de armas químicas por parte de Al Assad y frenado drásticamente por Rusia que prometió respaldar al gobierno legal de Siria. Obligó a EEUU a retroceder a último momento. Hasta allí estábamos en un duelo de amenazas y discursos. Los norteamericanos contraatacaron cambiando de frente y precipitaron los sucesos de Ucrania contribuyendo con sus aliados europeos a la destitución de su presidente. Paradójicamente consiguieron que Rusia recuperara Crimea, en un conflicto que volvió a sacudir el mundo y que aún se prolonga en una suerte de guerra de baja intensidad. La confrontación se hizo armada por medio de interpósitas personas. Los dos grandes contendientes no sólo no hicieron contacto cuerpo a cuerpo sino que cínicamente niegan haber participado.
En el Oriente EEUU decidió adoptar otro camino: sustrajo las fuerzas militares estatales norteamericanas y se largó a desestabilizar Siria a través de tropas mercenarias encubiertas con ropajes religiosos y fundamentalistas: “fanáticos musulmanes”. Convencida de que de esta manera impedía la intervención directa de Rusia y sus aliados, en los últimos meses (con el concurso de Arabia Saudita y Turquía) la más rancia derecha estadounidense se lanzó a la aventura de construir un escenario a lo “Libia”. Hacer estallar el acuerdo de Obama con Irán parece ser uno de los objetivos, compartido por el Tea Party, la fracción mas derechista de Israel conducida por Netanyahu y la monarquía saudita, con claras influencias sobre la mayoría republicana en EEUU. No otra cosa sería el resultado del desmembramiento de Siria, reponiendo a Irán en su papel de “eje del mal” a pesar de su transición hacia un gobierno moderado. Es decir, forzar la continuidad de una salida militarizada y guerrerista a la ya prolongada crisis de hegemonía del imperio norteamericano, fatalmente agravada por la crisis económica global que iniciaron en el 2008.
Para la política de los demócratas que aún lidera Barak Obama el acuerdo con Irán es una clave sobre la que gira buena parte de la estrategia ideada por el presidente norteamericano (en consonancia con el deshielo con Cuba y la firma de paz en Colombia entre Santos y las FARC): las tropas norteamericanas no aparecen y de las guerras imprescindibles (o necesarias, elija ud.) se ocupan los drones y las tropas mercenarias reclutadas entre las agencias de seguridad privadas o las siglas que simulan organizaciones terroristas muy, muy fanáticas pero que manejan enormes recursos y a las que Kerry llama “oposición moderada”. De última se admite la posibilidad de bombardear con la Fuerza Aérea aunque en el medio están los socios europeos empujados, como el obediente Hollande que se prestó a bombardear todo lo necesario, sumiendo en la vergüenza más absoluta a los hombres y mujeres que defienden las tradiciones humanistas y socialistas de la “vieja” Europa.
Pero como las bombas de la coalición occidental parece que no llegaban a inquietar al “fanatismo atroz” y menos que menos a las tropas mercenarias que fungían de “oposición moderada”, llegaron los bombardeos rusos que pusieron las cosas blanco sobre negro, desenmascarando el discurso norteamericano y transparentando lo endeble de los “esfuerzos militares” yankys para derrotar a estas milicias aparentemente desmadradas. Dijo el Departamento de Estado que no quieren que la “ayuden” a terminar con ese “fanatismo atroz” protestando porque así ayuda Putin a mantener el gobierno de Al Assad en pie.
Pero lo novedoso es que ahora Rusia asume un rol militar en los asuntos mundiales y no pareciera que los EEUU puedan sostener mas que unas agudas protestas e intentar contestar en otro escenario alternativo donde encuentre condiciones mas favorables. Pero el balance de fuerzas a escala global se ha alterado. Es posible que Rusia, moderada pero significativamente apoyada por China, consiga restablecer cierto equilibrio de fuerzas frente a la gran superpotencia, que sigue siéndolo aún en decadencia. Y los pueblos del mundo que luchan por su autonomía económica y su independencia política se benefician de ello.
* Carta Abierta / La Señal Medios
