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viernes , abril 19 2024
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666 – La derrota verbal del Pro es el triunfo del kirchnerismo

 

Por Gustavo Ramírez *

“Creo en los próximos cinco minutos”
J.G. Ballard

I
En un anfiteatro de la angustia se encuentran Erdosain y Gilgamesh el Inmortal. No hay un combate abierto. Más bien parecen expresiones retóricas de malos presagios que no se cumplirán. Ambos han visto al Demonio a los ojos. Están marcados por un destino que se replica al infinito como farsa. Como no podría de ser de otra manera uno de los dos está muerto. Lo que lo convierte en un elemento neutro caminado entre las sombras del día. Sin embargo, ambos son eternos. Su impulso vital los invita a elaborar estrategias racionales para sobrevivir. Aun así los dos quieren morir. Como buenos suicidas se refugian en sentimientos que nadie podrá discernir nunca. El anfiteatro está vacío. Se despiden en silencio como dos amantes que no pueden besarse en público. Cada uno sigue por su lado. Ya no volverán a recordar al otro.

El contenido de la política puede resultar una construcción ficticia si sus articulaciones no guardan cierto equilibrio con la realidad. Cada tarde durante más de un mes un hombre y una mujer se encuentran, puntualmente a las tres de tarde, en un parque o en un bar. Se juran amor para toda la vida. Aunque solo tienen ese momento. Instante donde el curso de los acontecimientos se detiene, aunque el tiempo continúa andando. Aun así, una hora después vuelven al curso normal de su existencia. No es tiempo de romper las cadenas que los atan a un presente desviado. Saben que tendrán que elaborar una táctica que les permita sobrevivir sin heridas profundas hasta poder concretar su idea. En el amor como en la política, las palabras y el tiempo se extienden sobre las sombras de lo posible paralelamente.

II
“Los hombres no lloran”, suenan anacrónicos los The Cure. Macri no llora pero está demasiado preocupado. Hace meses que su espacio político no encuentra un lugar de privilegio en la amalgama de voces identificadas con la oposición. Luego de la virulencia verbal con la que supo criticar las políticas sociales del Gobierno, cambia la táctica discursiva para ver si su voz puede rebotar en algún agujero popular y así rapiñar algunos votos más que lo acerquen a una elección digna.
El gran triunfo del kirchnerismo ha sido dejar sin argumentos a la oposición. Ante el «fin de ciclo», anunciado desde el púlpito infernal por los gurúes de la alcahuetería mediática, el gobierno nacional responde con políticas activas en el terreno de lo social. El mundo dilapida su capital estratégico y en Argentina el peronismo vuelve a darles cátedra de historia política. Nadie entiende nada. Mucho menos Mauricio. Que ya no es Macri. Que cambió los globos amarillos por fotos forzadas de choripanes. La derrota verbal del Pro es el triunfo político-social del kirchnerismo.

Cuando el partido de derecha vio tambalear su estabilidad estructural en la ciudad, muchos de sus acólitos discaron el número de la Bestia. Del otro lado de la línea no había nadie. Y su jefe político tropezaba, torpe y brutal, al aire por todos los canales amigos. Era tarde. El 666 sonaba en una habitación vacía.

El cambio de discurso de Macri muestra una derrota intragable para la oposición. Desnuda la ausencia concreta de un plan de gobierno propio que refleje la autenticidad de su ideología. Mauricio siempre compró discursos prestados en las privatizaciones noventistas. El eje programático de su partido fue útil para gobernar una ciudad deslumbrada por las luces pálidas de una Europa que ya no existe, pero no para desarrollar un movimiento nacional que le dé sólido sustento a su candidatura presidencial. Gobernar un país no resulta ser lo mismo que manejar una empresa heredada.

III
Cada gesto opositor resulta poco creíble aun de cara a sus propios electores. Frente a un gobierno intenso y activo en propuestas de acción social desfallecen en los intentos críticos que suenan a despropósito. El cambio discursivo de Macri es muy poco creíble y tiene pinta de manotazo de ahogado. Sin programa solo le queda una campaña afamada en el marketing del sentido común, que sirve tanto para una floja campaña electoral como para promocionar una nueva marca de fideos.

Según diversos encuestadores, el PRO está estancado hace rato en los números. No se mueve. Su gestión en la Ciudad no es una herramienta que sirva lo suficiente para mostrarse en el interior del país. Por eso sonaron raros los argumentos que algunos compañeros esgrimieron para votar a Lousteau en el ballottage. Es curioso como cierto escenario psicótico prende también en las mentes abiertas de cierto campo social del kirchnerismo. Hay cosas que se sobreactúan demasiado.

Frente a ésta geometría electoral la decisión de la Presidenta Cristina Fernández, de apoyar una única fórmula del FPV, parece ser un acierto de conducción estratégica y política. Sobre todo porque Mauricio Macri no ha comprendido que el Diablo no deja de ser Diablo y en eso es incorruptible.

* Feos Sucios Malas / La Señal Medios.

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